El parado reloj en la torre |
PINILLA DEL OLMO: CINCUENTA AÑOS CON EL RELOJ PARADO ...
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Fotos de la celebración de la fiesta de la Virgen del Tremedal, Agosto 2003 Mayo 2004: Jaime Salces, desde Gerona, que no pudo asistir a estos actos el pasado verano, nos envía sus impresiones de la lectura de esta página, incluída una foto antigua de sus abuelos. Se puede leer haciendo clic aquí. |
Un día le comenté a mi recordado Avelino
Hernández, que no sé cómo, ni de qué modo, algo me
había motivado a caerme en una tarde de verano por los
páramos casi desiertos de Pinilla del Olmo, - hasta
aquel momento para mí desconocidos-, pedanía de
Barahona, por los que mis ancestros habían trajinado ha
tiempo con sus mulos y sus aperos. Y que tampoco sabía
cómo, ni por qué, me había decidido a arreglar una
casa y a ponerme a hilar una crónica de gentes, la
mayoría muertas, que amaron, se esforzaron, rieron y
resumieron su triunfo en el montón de trigo, más alto o
más bajo, que cada año se erguía en la era. Y Avelino
sentenció: El caso es que después de un par de años
desde la inicial visita al lugar, la casa está ya
recompuesta y montada, y el domingo pasado eran las
Fiestas de la Virgen del Tremedal. Y a la fiesta acuden
todos los años, unos más y otros menos, los hijos del
pueblo, se llena la iglesia y al final de la ceremonia se
les da una vuelta, a la Virgen y a las banderas,
salvando, como se puede, los baches del terreno y entre
canciones religiosas se avanza por las callejuelas en las
que se acumulan las piedras de derrumbes, malezas y
algún viejo ingenio labrador que se oxida junto a un
cerrado. Después, se vuelve a la iglesia, se cierra
hasta otro año la capa pluvial del señor cura, y en lo
que antes era ayuntamiento y escuela se bebe un vermú
rápido, el que tiene casa amiga come, y los que no se
sienten con confianza se marchan a toda leche a cualquier
restaurante de Almazán. Era tema principal entre los presentes en el evento era su pena por un pueblo tan olvidado de la mano de Dios, en el que al olmo lo mató la grafiosis, siguen las calles empedradas tal como las dejó en su época de alcalde- y fue en la década de los cincuenta-, Julio Lázaro de Miguel, que a sus ochenta y muchos, sigue combativo y despejado, amén de gallardo y acertado en las rimas de sus poemas. Salvo la reciente acometida de aguas, que fue la última y gran conquista de los tiempos modernos- que se le debe a la iniciativa de Martín y al pozo de Romanillos-, Pinilla del Olmo, sigue tal cual, salvo los añadidos de un par de naves con tejados de uralita, y el consecuente desmorone progresivo de muros y corralizas.
Me hablan de mi abuelo Santiago, que era el
maestro, la Exuper y la Encarna, que fueron sus alumnas,
y que rondan los ochenta; hace sangría el Antonio, que
es el marido de la Luisa; prepara el café la Loli, que
es la mujer del Clemente; calza las mesas el Agustín;
organiza los aperitivos la Isidra y se encuentran en el
trajín la Marisa y la Luisa que no se veían hace
cuarenta años. Al fin llega el cordero, que según el
Virgilio es el mejor asado que come en sus setenta y
cuatro años; se agrega a la fiesta el carnicero, que es
el Teodoro de Almazán, que luego les gana a todos en la
partida de cartas, y hasta corren cinco niños por la
plaza provocando una nube de polvo con las bicicletas. No
ha faltado a la fiesta, Martín Casado, que es el alcalde
de Barahona, acompañado de su concejal José Antonio
Salces, y reconocen que la pedanía es un lugar olvidado
de la mano de Dios y promete que con lo poco que tiene de
presupuesto se hará lo posible para que Pinilla sea un
lugar al que se pueda volver y así que a otros les pueda
entrar la tentación de recomponer tejados, y aunque sea
por las vacaciones, venirse por aquí, a un lugar con
monte de robledal, pinar repoblado, caminos largos, aires
puros y limpios, buena caza y tierra propicia para las
setas, además de la noche más nítida para ver Osas,
Carros y lejanas estrellas de esas que no pillamos en las
capitales, que aquí nada contamina el azulón del cielo,
que en muchas leguas no hay farola ni punto destellante.
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